En 1935, Albert Einstein, Boris Podolsky y Nathan Rosen publicaron un famoso artículo que presentaba lo que hoy conocemos como la paradoja EPR. Con él, buscaban demostrar que la mecánica cuántica no podía ser una teoría completa de la realidad.
Su razonamiento se basaba en un experimento mental: si dos partículas interactúan y luego se separan, sus propiedades quedan entrelazadas. Si medimos una propiedad en una de ellas, la otra parece “saberlo” instantáneamente, sin importar la distancia. Esto sugiere una comunicación más rápida que la luz, lo que contradecía la relatividad y el sentido común.
Einstein llamaba a este efecto “acción fantasmal a distancia”, y lo consideraba una señal de que debía existir una explicación más profunda, con variables ocultas que aún no conocíamos.
Décadas más tarde, experimentos reales demostraron que la mecánica cuántica tenía razón: el entrelazamiento cuántico existe y desafía nuestra intuición. La paradoja EPR fue clave para desarrollar nuevas ideas en física y sentó las bases de tecnologías como la criptografía cuántica y la computación cuántica.